Vivimos llenos de expectativas y estereotipos. Amamos lo que hemos aprendido a amar, aunque a veces no nos funcione. Nos hemos criado sólo para mirar con los ojos, devorar con los ojos, desear con los ojos, sin ver más allá, dejando que se fugue media vida y algunas oportunidades.
Se nos olvida que los ojos conectados a la razón siempre entrarán en miedo y pondrán todo en duda. Los ojos que se conectan al corazón y los sentidos, permiten mirar y percibir de una manera tan profunda, tan rica y tan completa, que no dejará jamás de sorprendernos.
Es cierto, es necesaria la razón y es necesario el sentir, no son enemigos, son un complemento. El conflicto llega cuando te vuelves esclavo de tus propios pensamientos, de tus propios miedos y te conformas sin cambiar ni arreglar aquello de lo que te quejas.
Todo comienza con la mirada, pero no hemos aprendido a mirar profundamente. Mirar, sólo mirar. Mirar la cara, mirar el cuerpo, mirar el carro, mirar la ropa. Sí, también puede ser importante, no vamos a ponernos absurdos y extremistas, pero lo esencial no sólo viaja en jet privado, ni se eleva sólo con la pobreza material. Lo esencial se da en el valor de ser uno mismo con todas sus consecuencias, sin pretender, ni fingir, sin limitar, ni coartar, siendo responsables de nosotros mismos.
Somos el resultado de siglos de evolución, que poco a poco, en la era donde tenemos tanto, lo perdemos todo: en chats interminables donde somos letras sin voz, donde los abrazos se envían en lugar de darlos, donde el sexo es una descarga a la que sigue un adiós, la ducha y la nada. Donde el amor es un problema que se resuelve teorizando y culpando al otro. Donde las depresiones se cree que se curan comprando, tomando o evadiendo. Donde el enojo asusta y se oculta, aunque termina intoxicando. Donde la risa debe ser mesurada y a ratos un poco fingida. Donde se busca el placer efímero. Donde las fotos son un estandarte para decirles a otros: “estoy viviendo, nótalo”.
No, la tecnología no es el problema. El cine no es el problema. La televisión no es el problema. La música no es el problema. Las redes sociales no son el problema. El problema son los usos tan cortos y simples que les damos: para matar el tiempo, para no pensar, para no sentir, para compartir una vida actuada, aunque también pueden ser para vibrar, para emocionarnos, para reírnos, para llorar a mares, para acercarnos en las distancias. El uso es el que empobrece o enriquece. La forma de habitar el cuerpo, los momentos, los instantes, es lo que determina lo que realmente vivimos y compartimos.
Somos nuestra propia creación, después de muchas creaciones. Nuestros padres, nuestros abuelos, tejieron todo aquello que nos da la vida. Cada uno da y enseña lo que puede, lo que tiene. Nos ayudan a crearnos, nos enseñan el camino que conocen. Pedirles más suena injusto. Pedirles menos rebaja sus esfuerzos. Sí, seguro hay errores, todos los cometemos más de una vez, pero siempre hay más de una opción para enfrentarlos: se pueden vivir recriminando o se puede aprender a mirar lo que sí se ha recibido, para tener la fuerza y la capacidad de crear el camino que uno desea, porque no tomar lo que ya ha sido otorgado se vuelve una herida para la vida misma.
No somos un error. Eso es imposible. El error sólo surge cuando no se tiene el valor para tener la vida que se desea, o no mirar más allá de lo evidente, cuando dejamos de sentir con todos los sentidos, cuando olvidamos oler, saborear, escuchar, amar, más allá de modelos rígidos, más allá de las fotos de postal, más allá de una imagen sin historia, más allá de las frases hechas que crean la sensación ficticia de motivación por dos segundos y después se disuelven.
La vida es una elección cotidiana. Por eso asusta a quien no se pertenece. Por eso acobarda a quien está herido y sólo lame y contempla sus heridas. Por eso gira para quien necesita respuestas. Por eso grita para quien no quiere oir. Pero hay expertos en evadir, en querer vivir sin riesgos. Por eso es más fácil restar que sumar, porque restar se abandona fácil, pero sumar implica hacer, moverse, cambiar.
Luis Miguel Tapia Bernal
Terapeuta en Constelaciones Familiares. Máster en Terapia Breve Estratégica. Autor de "Las intermitencias del amor".
Te juro que este me llegó más que otros. tengo tantas ganas de hacer un montonal de cosas pero me da pavor!