Para R.C. que me contó su historia y me permitió escribirla
Estaba borracho y te besé. Fue la única forma en que tuve valor. Nos besamos y no paramos hasta que la culpa me hizo alejarme de ti. Salí corriendo al baño y vomité. Entré a mi cuarto y no podía creer lo que acaba de ocurrir. Me sentía el pecador más grande. El placer de unos minutos atrás, terminó por hundirme en un abismo dentro de mí, lleno de miedo y ansiedad. Contigo no hubo un después. Jamás lo hablamos. Jamás lo repetimos. Jamás sabré si lo recuerdas, si lo deseabas como yo, si lo disfrutamos igual.
Tardé años en poder recordarte sin vergüenza, los mismos que me llevaron a descubrir que la culpa es demasiado cruel, porque te la inculcan otros y después la activas tú mismo, construyendo una prisión que te lleva a flagelarte sin salir del mismo lugar. Vivir así duele demasiado, te cuestiona, te corta la respiración, te asusta, te hiere y te va dejando solo.
Vivía en un pueblo pequeño, lo cual hizo más difícil poder ser libre. Asumir la diferencia tiene un precio alto y más cuando temes lastimar a otros al no cumplir sus expectativas. Es por eso que muchas veces terminas por ocultarte, negarte, temerte e ignorarte. Pero siempre llegas a un punto donde la verdad te golpea y te pregunta a gritos si piensas seguir fingiendo o te atreverás por primera vez a ser tú mismo.
Recuerdo bien ese día. Estaba en la casa de mis padres. Acababa de terminar la universidad y supe que quería dejar de mentir, que necesitaba hacerlo porque era mi sueño más real y aunque no supe por dónde empezar, por primera vez me pude ver al espejo y sostenerme la mirada.
No había marcha atrás.
Decirlo no fue fácil, pero la batalla más difícil, la que había librado conmigo mismo, ya la había ganado. Con los demás no siempre es sencillo, pero cuando sabes quién eres, aprendes a ponerte a salvo y darles su tiempo. Poco a poco comienzas a acostumbrarte a la libertad y desde ahí te atreves a reconocer que quieres amar a otro.
Al comenzar mi búsqueda, de nuevo la realidad me golpeaba. Eran años donde aún todo era clandestino. Se amaba de noche y con prisas, se consumaba el deseo en un carro, en un baño, en un descampado, en un hotel sin nombre donde entrabas a destiempo. Eran rostros de paso, pocas palabras, caricias fugaces con la esperanza de despertar con alguien que se desvanecía con el amanecer.
Yo no quería eso. Yo quería palabras, risas, salidas, tomar de la mano al otro, caminar por la vida juntos. Quería un amor que construyera, un compañero de vida, un cómplice. Me di cuenta que muchos deseaban lo mismo, pero el dolor de las experiencias, del rechazo, de las historias que terminan antes de comenzar, se suman para construir una armadura que proteja las heridas que no sabes cómo curar, pero que tampoco quieres atender, porque duele mirarlas, duele sentirlas, duele recordarlas, duele hacerlo solo.
Comienzas a creer que lo que buscas no existe, que es una ilusión, que el compromiso entre hombres es imposible. Te cansa la exigencia de un cuerpo perfecto, de tocar superficies y no emociones. Te cansas de ver el conformismo emocional en los demás, las promesas que no se cumplen, las ganas de amar y el poco valor para hacerlo.
Pero sabes que no llegaste hasta aquí para conformarte ni para que otros definan tus sueños. Porque hay muchas formas de amar, pero tienes derecho a la tuya, a tu medida. Comienzas por sanar tus heridas, por reconocer tus emociones, por sentirte, por escucharte, por plantear tus objetivos, por leer, por viajar, por aprender, por crecer, por conocer nuevos amigos, por llegar a nuevas metas, por vivir.
Y ahí, de repente, aparece lo que tanto has soñado y comienzan una historia juntos.
Luis Miguel Tapia Bernal
Terapeuta en Constelaciones Familiares. Máster en Terapia Breve Estratégica. Autor de "Las intermitencias del amor".
Aaaahww está muy padre!!!
Encuentro muchos puntos en común con la vivencia del narrador! En ésta época que nos tocó tan superficial, en que se da culto a lo banal, a lo rápido a lo efímero, es tan desgastante, triste, extenuante buscar un amor que sea profundo, constante, sincero, pero aún persistimos con fuerza, trabajando en ello y con la esperanza de lo mejor! Está hermoso, gracias por Compartir Luis Miguel Analizamos, Aprendemos y Mejoramos Juntos!
Gracias Josías por leer y comentar el artículo. Creo que cada uno puede cambiar su historia y contagiar o influir en los otros. Los tiempos cambian porque las personas cambian, las revoluciones están hechas por unos cuantos que se atreven a soñar, a ir más allá. La búsqueda del amor profundo siempre empieza por sanar las propias heridas, y como bien dices, con esa fuer y esperanza, tan necesarias para cambiar y obtener lo que uno sueña.
que historia tan bonita me encanto y es de mucha reflexion me paso algo similar pero bueno lo bueno es que uno va aprendiendo me encanta esta historia
Gracias Juan por leer el artículo. Creo que las historias nos acercan, nos enriquecen y nos permiten conocer más de otros, pero sobretodo de uno mismo.