Sólo cada uno sabe el valor y la importancia de sus sueños. Nadie más. Y sólo uno es capaz de cederlos o hacerlos realidad. ¿Cuántas veces se renuncia a los sueños propios o a la identidad misma, con tal de no estar en soledad? ¿Cuántas veces se renuncia a la realización personal con tal de no quedarse sin pareja, sin amigos o sin familia? ¿Cuántas veces son más importantes los otros que tu mismo? ¿Cuántas veces se pueden decir o escuchar frases como: “no puedes”, “es imposible”, “no es realista”, “solo es un sueño”? Frases llenas de miedo, que hablan más de las perspectivas y vivencias de quien las dice, que para quien las dirige.
Normalmente el ser humano tiene necesidad de creer, de agarrarse de algo, y muchas veces se enseña o se decide vivir todo de manera externa, minimizando el aprender a sostenerse por sí mismo, sin un equilibrio, sin crear un dialogo entre lo interno y lo externo, sin atreverse a mirar y explorar lo que siente o piensa, ni reconocer lo que es capaz de hacer y lo que debe trabajar en sí mismo para ser lo que decida ser.
Cada vez que se ceden la vida y las decisiones a lo externo, se obtienen ciertas seguridades; aparentes, efímeras, que se busca mantener a toda costa, a través de rutinas. Esperando predicciones que aseguren que todo irá bien, confiando más en una adivinación que en sí mismo, viviendo un tanto niño que busca quién lo cuide, lo guíe o lo ampere, sorteando la responsabilidad sobre su vida, esperando y casi necesitando un guion, una seguridad, algo rígido pero seguro, porque sólo así se atreverá a dar un paso para amar, para vivir, para realizarse, para ser, aunque sea a medias. Mercantilizando sus sueños y sus amores, sus pasiones y sus deseos, conformándose con un poco menos pero que sea tan seguro para que no se vaya, aunque no se mueva del mismo sitio.
¿Cuántas veces se usa de pretexto a los padres para no avanzar?. Es muy común escuchar que los padres “no dieron”, “fallaron”, sin ver que dan lo que pueden, porque también tiene sus propias historias, heridas y fortalezas. Y muchas veces dan más de lo que les dieron, y eso es un acto de amor muy grande, porque ante todo, han transmitido la vida y muchas cosas hicieron bien, puesto que estás aquí, leyendo esto. Ellos no tienen que cambiar, debes cambiar y trabajar tus propias perspectivas, la forma en que los miras, la forma en que te relacionas con tu pasado y tus vivencias. Cada quien hace lo mejor que puede, lo mejor que sabe.
¿Cuántas veces se llega con una pareja esperando que sea la esperanza más grande, la salvación total, la compañía perfecta? ¿Cuántas veces se delega en el otro la vida propia? ¿Cuántas veces se busca que la pareja sane heridas, mantenga, sostenga, dé amor, cambie la historia? ¿Cuántas veces se está a la altura de lo que se pide? Porque una persona que no crece, que no se realiza, que no obtiene su éxito – porque el éxito siempre es algo personal –, se vuelve estéril, brindando muy poco o nada, como el niño/adulto que espera amor y se le va la vida esperando sin obtener lo que desea, porque no ha tenido el valor para crecer, porque creyó que no podía, porque le dijeron que era difícil, porque cómo tendría lo que los otros no han tenido, quedándose en el mismo lugar por culpa y con frustración.
¿Cuántas grandes ideas se quedaron en un sueño que jamás se volvió a pensar porque se llenó de miedo, como si fuera absurdo, como si fuera inalcanzable, porque te dijeron que no era realista, que no era posible, que no era suficiente? Es muy importante tener presente que todo es un camino que se construye paso a paso, que empieza por el más simple, tan simple que lo puedes dar, y así, paso a paso, se construye ese camino a la cima del éxito, a tu sueño anhelado.
Cada paso es más sencillo y más claro si se empieza por asumir la propia vida, sanando y aprendiendo a manejar lo que duele y lastima, sin que sea sólo un discurso, sino una forma de integrarlo a la vida y seguir. También es fundamental trabajar todas aquellas historias que se repiten de manera inconsciente de una generación a otra, porque tanto lo dicho como lo no dicho, lo hecho y lo no hecho, brindan información, aportan formas de mirar, interpretar y actuar la realidad.
Pretextos hay demasiado, realidades también, y siempre hay nuevas formas que se pueden aprender para saber gestionar las propias emociones, y poder sanar lo que hace falta. No es necesario pasarse años en terapia para dar un paso, por el contrario, buscar la manera de trabajar a fondo y de manera clara, en una terapia que aporte un cambio de perspectiva y de acción, que brinde herramientas y permita ocupar los recursos propios con los que todos contamos, incluso a veces sin ser conscientes de ellos.
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Luis Miguel Tapia Bernal
Terapeuta en Constelaciones Familiares. Máster en Terapia Breve Estratégica. Autor de "Las intermitencias del amor".