Ya tiene catorce días que la conversación con Mario se volvió intermitente, desde que le pregunté con quién iría a la Marcha y no respondió. Está bien, supuse, no tiene mucho que nos conocemos y seguro ya tenía planes con sus amigos. Es una noche de alegría y ligue abundante con los manes que llegan de todas las provincias, ha de querer echarse una canita al aire, igual que todos. Me da risa cada que veo ese letrero entre la multitud de Avenida Reforma: ‘Busco al amor de mi vida, al menos para esta noche’, y de eso se trata la Marcha, de pasarlo bien y disfrutar el momento. Hay muchos peces en el agua y no puedo quedarme esperando como novia de pueblo, pero luego lo recuerdo a él, tan fuerte, tan alto, tan hermoso.
Hace ocho días que Joaquín me preguntó con quién iría yo. O sea, sí nos la pasamos chido el día que conectamos, creo que por lo menos en la cama somos compatibles. Cuando terminamos, nos quedamos platicando de nuestras historias durante un par de horas. Me cae bien Joaquín, pero no es como Mario, no tiene esas cejas misteriosas, ni los músculos definidos, ni sus enormes pestañas donde podría colocar un par de cerillos, ni el abundante vello en el pecho, ni el cabello chino y hermoso de Mario. He pensado en decirle la neta a Joaquín, que no tengo nada programado, seguramente me invitaría a unirme a su plan, pero ¿y si Mario me escribe y me dice que está disponible?
Por otro lado, está Diego. Tan interesante e intelectual. Ojalá me invitara y pasáramos todo el fin de semana juntos en su inmenso departamento. Andaríamos en su Mercedes recorriendo los antros de Polanco. Pero a él no lo puedo considerar para la Marcha. Ya me ha dicho que lo nuestro sólo es físico, que sólo me ama cuando nos corremos. Cada que me lo dice, sonrío por fuera mientras mi dignidad se retuerce y me golpea desde dentro de mi caja torácica, pero Diego me seduce con su sola mirada, ni siquiera necesita tocarme para que inicie el bullir de mi sangre. Me tengo que aguantar el maltrato emocional a cambio de las sensaciones físicas que me genera. Ya me ha dicho decenas de veces que no pretende dejar a su esposo, y acto seguido, inicia a recitar su retahíla de pretextos, que ya tienen quince años juntos, que crecieron y se formaron uno al otro, que hay demasiados bienes que consiguieron en sociedad y sería tortuoso separarlos, que son un ejemplo de estabilidad y armonía para su prestigiado círculo de conocidos y que bla, bla, bla, bla. Pero, entonces, ¿para qué me sigue atosigando con sus inesperados mensajes? ‘Ven frijol, estoy libre durante las próximas seis horas’. Odio cuando me dice así, ‘frijol’. ‘¡Haba con gorgojo!’, le respondo, pero ahí tengo que andar dejando pendientes mis asuntos para ir a verlo. Son una pareja bien extraña él y su insulso maridito, parece que traicionarse uno al otro les causa gracia. Me ha contado todas sus historias de terror, son la pareja más tóxica que conozco. Pero ahí andan juntos desde siempre, odiándose, peleándose y dizque reconciliándose. Y un mes después, me vuelve a buscar. Si Diego estuviera conmigo, sería diferente, seríamos una mejor pareja que la que son ellos dos. Pero no quiere. Ya tenemos tres años bailando la misma danza al son de los mismos diálogos, parecemos disco rayado. Me queda bien claro que lo mío con Diego no podrá llamarse jamás futuro, a lo mucho llega a ser un prolongado y tortuoso presente. Cada que les cuento a Nacho y a Jesús me aconsejan lo mismo, que ya no le responda. Y lo hago, no le escribo ni le llamo ni nada y, de repente, en el momento menos esperado, me regala una foto de su pack, ‘Ven frijol, estoy libre desde ahorita y hasta la media noche’, y ahí voy otra vez, moviendo la colita como el perro sin correa que soy, como el pordiosero emocional que soy, ¡maldita sea! Todo sería tan sencillo si Mario me contestara los mensajes, si pudiera iniciar una relación bien con él que es tan perfecto y además también está soltero igual que yo. Ese es el bueno.
El fin de semana que estaba preparando una lasagna con mi mamá, me volvió a escribir Joaquín, me envió unos memes buenísimos y también me envió el link para ver una película que me recomendaron y no encontraba, Desayuno en Plutón. Fue el Diego quien me había dicho, ‘¡no frijol!, no puedes continuar tu vida sin haberla visto, es tu deber gay’. Obviamente, después de enviarme ese link, Joaquín me volvió a preguntar respecto a la Marcha. Ya le iba a inventar que iría con un novio. La verdad Joaquín es muy tierno y se ve muy interesado en mí, casi me asfixia con muchas más atenciones de las que le quiero o pretendo devolver. Aun así, hay algo extraño que me impide acercarme a él, aunque no entiendo que es.
De cualquier manera, tuve que cortar la conversación porque mi mamá me empezó a preguntar de qué tanto me estaba riendo con el celular en la mano. Ella sabe qué onda conmigo, pero la verdad es que siempre que le pido algún consejo, me cambia el tema. Bien me he dado cuenta de que me acepta de dientes para afuera, pero es mi viejita y ya está grande, me necesita casi para todo.
La lasagna nos quedó deliciosa. Mis niños, mis sobrinos, se chuparon los dedos. Me sentí tan feliz ese día a su lado. Alejandrito se manchó toda su boquita con la salsa y justo cuando nos iba a hacer una selfie, me tomó por el cuello manchando mi playera con sus deditos y me besó en la mejilla, terminamos ambos todos batidos. Está increíble esa foto, ya la puse como portada de mi Facebook, setenta y dos likes. Mi hermana le puso a mi sobrino mí mismo nombre. Lloré cuando me lo dijo así con todas sus letras, me gustaría que fueras su padrino y que se llame como tú, que sea como tu hijo. Lo amo tanto, a él y a los demás pequeños demonios. En este mundo de gente tan frívola y ajena a los buenos sentimientos, mi mamá y mis sobrinos son los únicos a los que realmente les importo.
Y ya… estoy todo traumado porque ya faltan tres putos días para la Marcha y no tengo con quien ir. Diego no me escribe desde hace mes y medio, ha de andar de gira con su gorgoja copetona. Mario también sigue sin contestarme. Si no fuera por Joaquín, mi WhatsApp sería más deprimente que un cementerio, pero no sé… precisamente hoy me envió en un Uber una caja de los chocolates que le dije que me gustan, pero no sé… Hay algo en él que no me convence.
Ando revisando cuántos match nuevos he conseguido en la App de ligue, pero ya no tiene caso, ya faltan tres días. Todo el mundo tiene plan excepto yo. Seguro terminaré igual que siempre, yendo con la Nacha y la Yisus, las eternas solteronas. Ya tiene casi siete años que nos conocimos en el Nicho. Se han convertido en mis mejores amigos. Los galanes van y vienen, pero las verdaderas amistades permanecerán siempre, Nacho y Jesús. Al menos sé que lo pasaremos excelente puesto que los tres estamos solteros este año. Les diré que hagamos carteles: ‘Busco al amor de mi vida, al menos para esta noche’. Siempre que nos juntamos, nos divertimos burlándonos de las desdichas amorosas de cada uno de los tres. Seguro me la pasaré el fin de semana con ellos, a menos que el mentado Mario se digne a contestarme, claro. O si no, tal vez los pueda convencer para que me acompañen al antro que él frecuenta. Nos encontraremos muy casual, así como que no quiere la cosa, ¡hola!, ¿qué haces aquí?, ¡no imaginé encontrarte hoy! Y de ahí nos seguimos y terminamos juntos y ¡wow!
Hace rato paseando por el Facebook vi una frase muy linda de Einstein, creo, ‘Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes’. Me gusta, y no soy idiota, me doy cuenta de que así estoy yo. Pero, no termino de entender qué es lo que estoy haciendo ‘igual’ una y otra vez, ¿clavarme a lo estúpido, o qué?
Por eso, aunque me encanta la Marcha, también me deprimo un poco en años como este, cuando estoy soltero. Porque quiero sentirme realmente orgulloso de ser gay, y, en mis ya casi treinta y cuatro años, creo que más bien estoy ‘resignado’ a ser gay. Creo que todo sería diferente si Mario me hiciera caso, pero parece que el desdichado ya colocó una lápida sobre mi último mensaje, hasta ganas me dan de bloquearlo. Compré pases en Mochileros.com para ir a Hierve el Agua durante el primer fin de semana de julio, para festejar mi cumpleaños con ese ‘alguien especial’. Ya tengo todo pagado, ya solo me falta el ‘alguien especial’. Estoy esperando a que Mario me conteste para invitarlo y… ahí están los putos boletos, sobre aquella mesa.
¡Qué confusión!, pero que nadie se entere de esto. Si de por sí los que nos odian nos traen de bajada, ¿qué pasaría si se enteran de lo desorientado que realmente me siento? No, ¡no!, es la Marcha del orgullo y hay que llegar sonriendo, aunque no esté feliz. Hay que cenar sin apetito, bailar sin sentir el ritmo, beber sin sed… Hay que demostrarles. No sé bien qué, pero hay que demostrárselo a todos los que tanto nos atacan. Que todos nos miren, nos miren y nos admiren.
* Inspirada en Rapide de Mahmood, Junto al pianista de David Leavitt y La piel gruesa de Raúl Portero, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Ricardo Castañeda
Consultor intentando actuar localmente, cinéfilo, runner, fan de la bandera del orgullo.