Cuando era pequeña me gustaba sentarme a lado de mi abuelita Catita a ver como lavaba las jaulas de sus pajaritos. Sacaba las bandejitas de plástico con el pan viejo, el agua sucia, el alpiste consumido y los pedazos de fruta restantes; tallaba con una escobeta la lámina del piso quitando todas las suciedades. Después, llenaba de nuevo las bandejas con alimento fresco y las introducía a la jaula, por último, le pedía a alguna de mis tías, a mi mamá o alguno de mis primos mayores que le ayudaran a colgar las jaulas en el corredor.
Algunas veces le pregunté por qué los tenía encerrados, por qué mejor no los liberaba. Recuerdo que ella me contestaba –Ellos son felices aquí, porque tienen comida y agua, si los liberamos probablemente morirán- también me decía -los pajaritos de jaula no saben volar, ni conseguir su propia comida-.
Supongo que en estos momentos de confinamiento me regresó con fuerza este recuerdo de la infancia, quizá por el tiempo de ocio, quizá porque me siento, nos siento, como esos pajaritos en la jaula que se agitan en cualquier oportunidad, que se alarman por cualquier invasión, que tienen alimento, agua, entretenimiento, pero no libertad.
También he pensado en los pájaros que han sido marginados como las tortolitas, las palomas, los pájaros que parecen señores con corbata, vuelan libres por las calles (por lo menos en la Ciudad de México), se alimentan de residuos de comida, se alimentan de las bandejas de otros pájaros encerrados, toman agua de los charcos que se hacen por la lluvia, pero son libres, libres de volar, pero también libres de morir de hambre, o ser atacados por un perro.
En estas reflexiones y remembranzas sin mucho sentido me cuestioné por qué mientras unos pájaros viven encerrados con comida y agua, otros vuelan libres, pero con riegos y carencias. El caso de los pájaros es claro, su captura y reclusión se basa en la apreciación de su belleza, belleza que nosotros clasificamos, así opera el egoísmo humano, acumulamos, acumulamos y no dejamos de acumular.
Creo que en las personas la cosa es similar, sólo que la decisión es nuestra, a diferencia de los pájaros. Es decir, por un lado, estamos los que elegimos estar en cuarentena que tenemos el privilegio de tener trabajo relativamente estable, ingresos suficientes, o una familia que nos apoye (mil opciones más). Por otro lado, están las personas marginalizadas, que son tianguistas, taxistas, vendedores informales, obreros, y un larguísimo etcétera, que sin posibilidad de obtener recursos se ven obligados a salir para buscar el sustento para sus familias; y están otros que no tienen comparación con los pájaros, son aquellas personas a las que no les importa o no creen en la pandemia, a los carentes de empatía y de sentido común, que nada tiene que ver con las clases sociales o nivel académico. Son los hijos del sistema, sí, del sistema económico, político y social que fomenta al individualismo como principio fundamental.
Sin embargo, no todo es negativo ante este panorama, se han manifestado acciones y hechos sorprendentes alrededor de todo el planeta. Algunos de parte de la naturaleza, como los animales recuperando espacios en las grandes urbes, y otros, que revitalizan mi fe en la humanidad como los cientos de personas que comparten un poco de esperanza, protección y alimento con los otros.
Es tiempo de reflexionar acerca de nuestras jaulas, no sólo de la jaula física producto de la pandemia, sino de las jaulas económicas, sociales, de pensamiento y creencias, que nos impiden vernos como iguales y tratarnos como iguales. Muchos hablan sobre que el mundo después de la pandemia no será igual, que la humanidad renacerá llena de fraternidad. Supongo que eso dependerá de si utilizamos este periodo para escuchar a los otros, para escuchar a quienes nos rodean. Que nos permita compartir un tiempo y un espacio, cada uno con su propio canto, con su propio vuelo, pero entrelazados.
Catalina Reyes
Especialista en políticas públicas y administración pública, gusto por lo gótico, lo bizarro y las calaveritas. Preocupada por las desigualdades e injusticias sociales. Un ser humano lleno de contrastes.
Me encantó. Nos lamentamos por los pobres pájaros enjaulados sin darnos cuenta que vivimos en una época en la que la libertad puede pesar. Eres libre para salir a buscar el pan de cada día. Eres libre para que tu negocio quiebre. Eres libre para contagiarte en la estación de metro que gustes. Eres libre para salir del juego.
Te envío un fuerte abrazo en la distancia!