Hace unos días llegué a los 33. Siempre me ha gustado hacerme caso y estar en contacto con lo que siento y vivo. Me gusta reflexionar, aprender y saber quién soy. Normalmente aprovecho los años nuevos o los cumpleaños, para ir haciendo un sumario del camino recorrido. Es un buen ejercicio, si se hace desde la honestidad, porque puedes ir midiendo la forma en la que has avanzado y terminar sorprendido por el trabajo que has realizado.
A lo largo de los años me ha quedado cada vez más claro que el camino está en la autorresponsabilidad. Hoy sé que nada de lo que ocurre es casualidad, que todo es una creación o un espejo de tu realidad interna, de todo aquello que no has sido capaz de resolver. Que la vida es un aprendizaje constante y que nadie puede construirla, decidirla, más que tú. Todo depende de uno mismo. Y es ahí donde radica nuestro poder más grande y el que tanto asusta, por eso es más fácil vivir endilgando el destino, poniéndolo en manos de otros, que no tienen la obligación de hacerlo. Nadie más puede transformar tu vida, sólo tú.
Llega una edad, en la que suena absurdo vivir quejándose y culpando a otros, principalmente a los padres. Pero esas quejas se extienden por la vida a los amigos, a los compañeros de trabajo y por supuesto a la pareja, un tema que me apasiona trabajar, porque confronta demasiado a los seres humanos, y es por la causa que más llegan a consulta.
No podemos negar que venimos de toda una red de historias y personas que hicieron posible nuestra existencia. Si alguno de ellos hubiera faltado a su cita con el destino, o algo hubiera sido diferente, no estaríamos aquí. Por eso sé que es fundamental reconciliarse con el pasado, tanto con el que vivimos directamente, como el que dio como resultado nuestra existencia, porque hay toda una serie de cargas y enredos, que pueden volver el camino cansado, pesado y repetitivo.
Creo que es fundamental amar y disfrutar lo que haces, no sólo para pagar las cuentas o vivir comprando cosas, sino para tener una estabilidad y una confianza en ti mismo, porque somos lo que hacemos, construimos, pensamos, damos, sentimos, compartimos. Es parte de tu utilidad de la vida, de lo que tienes para dar y de abastecerte y mantenerte.
Por eso mi trabajo es un compromiso que disfruto. Cada consultante, que me permite acompañar su proceso, es un aprendizaje, es entender la diversidad de la mente humana, las muchas formas de percibir la realidad, de enfrentar los miedos, amar o crear los sueños propios. Me he dado cuenta lo difícil que resulta desapegarse del sufrimiento, y la necesidad de construir una felicidad constante y duradera. Tengo muy claro que eso no se logra repitiendo frases, o acariciando la superficie, sino llegando a lo que origina el conflicto, entendiendo la dinámica y comprendiendo una mejor manera manejar los pensamientos y las emociones, para no terminar siendo su esclavo. No podemos pretender cambiar la realidad haciendo las mismas cosas.
Hay que reconocer que en ocasiones no se puede solo. Somos seres sociales, necesitamos de otros. Hay que aprender a relacionarnos, y por supuesto a despedirnos y dar bienvenidas. A lo largo del camino, muchas personas han cooperado, algunos permanecen, otros se van. Por eso es tan importante sanar lo que duele, nadie está exento de experiencias o momentos complicados, pero vivir herido siempre será un error, porque a esa herida se le sumarán otras.
He aprendido que en la terapia y en la vida, hay que evitar los juicios. No sirven de nada. Crean una imagen distorsionada de la realidad. También he descubierto la importancia de saber de distintos temas y buscar información de calidad, no sólo datos, sino saber procesar, manejar y aplicar las herramientas que uno va descubriendo, o a la larga sirven de poco.
Un tema fundamental es aprender a disfrutar la vida, a disfrutar lo esencial, lo que verdaderamente te llena, te enriquece. A seleccionar de quién te rodeas, lo que compartes, lo que recibes. Entre más trabajas en ti, mejor te puedes compartir.
Estoy convencido que la gratitud es valiosísima. Agradezco a todas las personas que a lo largo de este último año he conocido, personas muy importantes, nuevos amigos, algunas despedidas. Comprendo que cada persona cumple su ciclos. Gracias a mi familia y a mis amigos, ustedes saben quiénes son, porque creo que se los hago saber en cada oportunidad que tengo y que me nace. No soy de guardarme lo que siento.
¡Bienvenidos sean los 33!
Luis Miguel Tapia Bernal
Terapeuta en Constelaciones Familiares. Máster en Terapia Breve Estratégica. Autor de "Las intermitencias del amor".
Que padre reflexión y tan llena de verdad, hace algunos años descubrì la magia de vivir sin cargas ni resentimientos y al leerte me haces recordar esa hermosa y divina experiencia?
Para poder aprender necesitamos salir de nuestra zona de confort.
Cuando nos decidimos a aprender algo nuevo y en serio, nos significa abandonar nuestra zona de comodidad para entrar en una zona de aprendizaje. Lo que implica dejar de estar cómodos y entrar en un mundo desconocido.
Cada año que avanzamos, persona que encontramos, experiencia que tenemos significa un mayor esfuerzo y expandirnos más allá de nuestros límites personales, lograr superar retos y experimentar miedos que nos pueden frenar.
Esto es la Vida y es hermoso sentir su latir e ir maravillándonos con cada puerta nueva que se abre!!!
Me encantó la manera en qué abordas el tema de «madurez» que indirectamente yo identifico, tal vez sea un proyección mía, sin embargo, coincido en buena medida con el hecho de que cada quien es responsable de su manejar el timón, y basta ya de culpar a alguien más cuando las cosas no salen bien. Comparto la idea de agradecer un año venidero, y los 33 son mejor de lo que suenan.
Saludos Luis 😀
Felicidades!!! La vida nos premia en repetidas ocasiones y muchas veces no nos damos cuenta. Me encanta agradecer a la vida por lo que me ha permitido recorrer, tus palabras me remontaron a mi primera sesión y al avance después de ella. Gran destino extraordinario, falta aún mucho por disfrutar. 🙂
Hola Miguelito
Gracias por compartir tus pensamientos y tu gran trabajo de investigación. He de admitir que es difícil reconocer cosas que lastiman el ego, sin embargo bien dicen que si duele el músculo es porque se hizo un buen ejercicio