“y aunque la historia se acabó, hay algo vivo en este amor
que aunque empeñados en soplar, hay llamas que ni con el mar”
Mecano
Hay amores que se quedan grabados en la piel y el corazón a lo largo de los años. Amores de los que cuesta despedirse y se convierten en destellos de memoria que aparecen sin aviso. Con un perfume, con una canción, en una calle o un atardecer.
Así nos pasó. Nos conocimos en la edad donde las fechas no tienen sentido y la inocencia juega y crea historias fantásticas. Contemplamos los cambios en nuestras vidas y nuestros cuerpos. Siempre fieles y en secreta compañía. Haciendo juramentos imposibles de cumplir, pero creyendo que todo era posible.
Pronto quedaron atrás los juegos y la vida empezó a cambiar. Llegaron los nuevos amigos, la universidad, la juventud. Esa etapa que siempre va acompañada de sentir que el mundo es tuyo, aunque con los años se diluya absurdamente. Yo jamás quise perderla. La vida no está para tener días que son copias del anterior. Tú en cambio amabas la rutina, te daba seguridad. Pero aún con esa diferencia sustancial, cuando nos mirábamos a los ojos nos encontrábamos y nos entendíamos sin palabras y seguíamos prometiendo.
Siempre supe que tus padres eran lo más importante para ti. Te educaron con el miedo de abandonar y no pertenecer a la familia. Ideas de muchas familias que temen perderse. Donde los nietos se llaman como los abuelos, se estudia lo mismo que los padres, se vive donde se ordena y se reúnen todos los domingos para comer sin posibilidad de cancelar uno sólo. Donde casi se imponen las parejas más convenientes y los sueños personales pasan a segundo término.
Yo en cambio amaba mi libertad. Mis padres me enseñaron a creer en mí. Me llenaron de libros, historias y viajes. Me recuerdan siempre que la vida es una y el mundo es muy grande. Por eso escribo. Para contar todo lo que veo, lo que siento, lo que vivo. Por eso te recuerdo, porque has sido mi duda más grande.
Cuando terminamos la universidad, sabía que quería irme. Llevaba años planeándolo y con cada viaje o intercambio escolar, me convencía más. Tú, en cambio, siempre parecía que ansiabas volver. Por eso cuando nos fuimos a España, supe que sería nuestro último viaje. Regresarías a México a trabajar en la empresa de tu familia y yo comenzaría a conocer y escribir sobre el mundo.
Lo intenté, juro que intenté convencerte muchas veces y siempre me mirabas triste y decías “no puedo”. No te atrevías a decir “no quiero”. Muchas veces me he preguntado qué hubiera pasado si me quedaba, si me seguías, si no hubiéramos parado todo aquel 7 de septiembre, en el aeropuerto de Madrid.
No lo niego, por un tiempo tuve la tentación de quedarme, de tener una historia común. Pero no podía mutilar mis alas y no podía quedarme contigo. Siempre tuve claro que los años pasan sin perdón ni contemplación y quien no se realiza se convierte en un devorador de sueños ajenos, porque nada llena su miseria personal. No podía hacerme eso. No quería hacernos eso.
Con los años he visto ciudades enormes, pueblos pequeños. Hombres y mujeres con muchas historias por contarme. Cuerpos a mi lado en noches de invierno o veranos ardientes. Artículos y libros publicados. Nuevas promesas. Amores fugaces. Amores profundos. He visto el mundo, y quiero más.
Aún te recuerdo. Sin dolor, sólo con añoranza y un dejo de nostalgia. Hay amores profundos. EL nuestro lo fue. Algunas veces me pregunto si este viaje eterno hubiera sido mejor de tu mano, pero tengo la certeza de que fue mejor llevarte en mi corazón y en mi piel, porque hubiera terminado demasiado pronto empañado por la culpa. Tengo claro que los amores que no se concretan se convierten en recuerdos perfectos e injustos para lo real, porque no pueden competir con los cotidianos que tienen pasión y tedio, tarde o temprano.
Parece mentira que después de tantos años, esté de nuevo en Madrid. En la misma mesita que nos ha visto amarrar las manos por debajo. Un vuelo más me espera. Tú, sigues con tu familia. Yo con el mundo. Pero siempre siempre está nuestro aniversario, donde comenzamos a vivir la vida que elegimos, el 7 de septiembre.
Luis Miguel Tapia Bernal
Terapeuta en Constelaciones Familiares. Máster en Terapia Breve Estratégica. Autor de "Las intermitencias del amor".
Me emocioné con la lectura Luis Miguel, cuánta sensibilidad ! Gracias por compartirte de esta forma !
Me hiciste rememorar exactamente un septiembre en que decidí por mis sueños y he nos aquí mi corazón 7 maravillosos años después. Te quiero mucho Coyi!!!!
Me encanto!!!❤️. Si solo el amar fuera fácil…
Es espectacular como una fecha transforma tu vida y pensando que son esas semblanzas las que nos hacen recordar que tenemos más historias por contar, excelente Luis me puso la piel chinita!
Imposible leerlo y no derramar una lagrima. Hermosa escritura
Me encantó siempre y me puso nostálgico pero a su vez me inspiró gracias
Luis Miguel, leerte siempre me transportas. En esta ocasión me convierto en dos personas diferentes la madre que lucha porque sus hijos salgan y se devoren el mundo, en cambio la hija, la mujer sigue encerrada sin poder salir de su jaula.
Gracias a la vida por darme la oportunidad de conocerte y conocer tu libro Las intermitencias del amor, tienes un lugar especial en mi corazón