A K.V. por acompañar tu proceso y permitirme escribir su historia
El final ya estaba escrito. Un amor lleno de ausencias termina por marchitarse tarde o temprano. Pero eso no es fácil verlo, se nota hasta el final. Antes de eso te mientes una y otra vez, esperando que vuelva, que te dé tu lugar o que se realicen los sueños que alguna vez se prometieron.
Todo comenzó así: pasamos unos meses juntos, los suficientes para hacer planes que jamás llegarían a concretarse. Después regresaste a tu país, pero decidimos seguir. Era tanta la intensidad de lo que sentíamos, que creímos sería fácil la distancia. Los planes seguían, las llamadas nos acercaban. Hasta que comenzaron las limitaciones y las exigencias, las revisiones compulsivas a las redes sociales, tus coqueteos, mis reclamos, tus prioridades donde no entraba yo, mis berrinches infantiles, tus regaños hirientes.
Éramos la fórmula perfecta para confrontarnos con todo aquello que no resolvimos en su momento. Tú con el temor al compromiso. Yo con el temor al rechazo. Tú con un matrimonio que terminó en infidelidad: ella con tu mejor amigo. Yo con una serie de historias donde me había perdido una y otra vez. Tú jugando al eterno adolescente. Yo con la urgencia de por fin tener una familia.
Por años me aferré a un único sueño, el poder tener a alguien a mi lado a como diera lugar. Me acostumbré a vivir en la sombra, convirtiéndome en todo aquello que los demás esperaban de mí. Me dediqué a cortar mis alas, ocultar mis pasiones, por tener compañías y siempre me cambiaban por algo o alguien más y me quedaba rota. Volver a comenzar dolía demasiado, cada vez un poco más. Dudaba de mí, de lo que era, de lo que sabía. Llegué a sentirme tan sola y tan incómoda bajo mi propia piel, que ya no sabía quién era en realidad.
Procuré jamás dejar mi carrera, por más incomodidad que eso pudiera causarle a mis parejas. Siempre me ha apasionado mi trabajo, el descubrir nuevos conocimientos, poderlos aplicar y ver cambios en las personas. Parece que a las mujeres exitosas se les reserva un lugar de soledad que asusta cuando no has aprendido a manejar tus propias emociones, sanar las heridas, los abandonos y los rechazos. Ahí poco a poco puedes perderte, dejarte de lado y evitar llegar a puestos más altos.
Un día en el trabajo me proponen irme a otro país. La idea me fascina pero de inmediato dudo de mis capacidades, de las que muchos hablaban, pero que a mí me costaba verlas. Puedes saber y dudar de ello. El puesto era para mí y emprendí un viaje que sería a la vez la mejor forma de encontrarme.
Día a día tuve que encontrarme conmigo misma, en otra ciudad, en otro idioma. Tuve que pedir ayuda para poder sanar las heridas que durante años traía marcándome la piel y el corazón, porque sola no es posible.
Poco a poco fui descubriendo lo que era capaz, lo que sabía, lo que tenía y lo mucho que me había hecho a un lado. Por primera vez logré entender a cada hombre que se cruzó en mi camino y porqué los elegí. No podemos negar nuestras responsabilidades y elecciones, porque ahí es donde nos perdemos y nos convertimos en víctimas de nosotros mismos. Llegué a sentirme cómoda en la soledad y al ver mi crecimiento profesional y personal me di cuenta de las muchas veces que nos aferramos a sueños menores por creer imposibles los mayores.
Las personas que no tienen sueños, o se limitan, se convierten en lastres que pueden ir obstaculizando el camino de quien se siente perdida y se deja. Cada vez que dejé de ser yo misma, perdía todo lo que en un principio resultaba atractivo, creándome un personaje que terminó por quedarme pequeño.
Cuando tienes alas y no las usas, te vuelves complicada para el mundo y para ti misma. Cuando las recuperas pierdes el temor a estar sola y ahí es más fácil ser y compartirte libremente.
Luis Miguel Tapia Bernal
Terapeuta en Constelaciones Familiares. Máster en Terapia Breve Estratégica. Autor de "Las intermitencias del amor".
Reinventarse para los demás hace que tus pies sean de plomo,amanece y buscas la forma de ver sonrisa de aceptación en el espejo, lo mejor es sonreír para ti,aunque implique su dosis moderada de egoísmo. Bien por salir de esa situación, bien por aceptar que tienes alas.