Cada persona que llega a tu vida te muestra y te aporta algo. Quizá no seamos capaces de verlo en el momento, pero siempre quedan huellas. Nadie es tan insignificante para no dejar algún recuerdo o alguna enseñanza; más bien, es aprender a mirar de manera más amplia y profunda para poder encontrar nuevos significados. La vida nunca es inútil y siempre encuentra formas para fluir, para continuar, para no detenerse, en ese constante ciclo de nacer y morir, de dar la bienvenida o decir adiós.
¿Cuántas personas estuvieron antes que tú? ¿Cuántas personas se encontraron para dar y continuar la vida? No importa cómo, no importan las circunstancias, cada destino se cruzó y se unió al del otro, aunque sea por un breve instante, para transmitir la vida; si alguno de ellos hubiera faltado a la cita, no estarías aquí leyendo esto.
Todos somos hijos de alguien; los conozcamos o no, es un vínculo que no podemos romper o cortar. La relación con los padres o progenitores, podrá no ser clara, podrá no conocerse su identidad, podrá ignorarse, podrá necesitar distancia; la relación puede variar, porque es la forma en que se da el trato, la comunicación o la conexión. Pero el vínculo, es decir, el saber que tomamos la vida de dos seres – o más – que se unieron, con todas sus circunstancias e historias y dieron paso a la vida que tenemos, es innegable.
A su vez, mirando hacia el pasado, hay una larga red que se tejió para dar vida, a su forma y a sus posibilidades, con sus deseos y sus pasiones, con sus heridas y sus formas de curarlas o vivir con ellas, con sus lágrimas y sus risas, con sus formas de amar, con sus formas de ver la vida, tan únicas como les fueron posibles. Los conozcas o no, forman parte de tu vida, ayudaron a que estés aquí, aunque ellos tampoco te conozcan.
Cada persona de la familia: quienes nacieron en ella, quienes murieron a temprana edad, las exparejas o personas que hicieron espacio para que otros llegaran y fundaran nuevas familias; todos pertenecen a ese sistema familiar, dejaron algo, aportaron algo: con su adiós o su permanencia, con su forma de dar y cuidar de la vida, con sus enseñanzas, sus límites, sus códigos, con sus lealtades y fidelidades, con sus promesas, con sus formas de mirar las cosas, porque damos lo que tenemos y podemos, ni más, ni menos, damos lo que somos.
No importa qué historia te hayan contado sobre ellos, siempre puedes volver a mirarla desde nuevas perspectivas y con tus propias interpretaciones. No importa que juzgues sus acciones como buenas o malas, el ser humano lo hace constantemente para intentar explicarse lo que es, lo que rechaza, lo que cree diferente y amenazante, pero nadie sabe cómo actuaría en circunstancias similares. Por ello es tan importante ampliar la mirada, para ver de manera profunda y más clara, incluso ahí donde se mezcla la vida y la muerte.
Toda persona que se va, te hayas podido despedir o no, deja lo que pudo, y cada quien toma o no lo que siente que merece; y es ahí donde uno se puede permitir mirar con dignidad sus vidas y dejarlas atrás, en el lugar de los muertos, de donde nadie regresa. Pero dejarlos atrás es un proceso que implica mirar, reconocer, descargar, agradecer, llorarlos con dignidad, tomando lo que nos otorgan, aunque a veces sea nada más y nada menos que la vida.
Diario hay vida y muerte. Se nace o renace, se muere de manera real o simbólica: cada día que queda atrás, cada adiós, cada etapa que concluye, es una forma de morir, y cada muerte es un nuevo comienzo. La gente muere, pero sus legados viven a través de los que quedamos. A los vivos nos toca continuar y vivir lo mejor posible, sabiendo que la felicidad solo es nuestra responsabilidad y con ella podemos también heredar y compartir cosas mejores.
La muerte es una gran maestra, que siempre llega, que es implacable. Puede llegar en el momento preciso, puede ser intempestiva, puede parecer cruel o muy dulce, puede llegar muy temprano o muy tarde; pero siempre llega, siempre enseña y siempre nos revela la importancia de vivir, y con ello, la posibilidad de sanar y dejar atrás el pasado para poder estar en el presente de la manera en que deseamos, porque tenemos este instante que puede ser la diferencia y que va sentando las bases del futuro.
¿Cómo estás viviendo la vida? ¿Estás viviendo todo lo que quieres vivir? ¿Qué aportó esa persona a tu vida? ¿Qué puedes aprender del otro? ¿Para qué se juntaron sus caminos? ¿Qué te faltó por decir? ¿Cómo miras y cómo te enfrentas al pasado? ¿Qué sigue?
Las Constelaciones Familiares permiten ver las dinámicas que están presentes en cada relación, así como lo que engancha y retiene, y con ello poder despedir, acompañar y crear ese proceso de adiós. Reconciliarnos con el pasado, con aquello que duele y que no siempre está claro, aligera la carga y permite transitar la vida de una mejor manera, como cada uno es capaz de vivirla.
Se pueden construir mejores formas de vivir el adiós, puedes solicitar más información aquí.
Luis Miguel Tapia Bernal
Terapeuta en Constelaciones Familiares. Máster en Terapia Breve Estratégica. Autor de "Las intermitencias del amor".
Así es!
Personas van y vienen en nuestra vida. Algunos nos dejan mucha felicidad, algunos grandes tristezas de algunos llegan para quedarse y otros son efímeros. Pero todos nos aportan algo. Hasta los malos, para no repetir historias o no comportarnos como ellos.
Así es, hay que aprender a decir adiós y también HOLA! A los nuevos, constructivos, lo que suman, y los que aportan! Los que nos llevan más arriba y a ser mejores y más evolucionados seres!
Ya lo dice aquella melancólica, pero no por ello menos hermosa canción de Julio Iglesias:
3
Track art
La Vida Sigue Igual
Julio Iglesias:
Unos que nacen otros morirán
Unos que ríen otros lloraran
Aguas sin cauces ríos sin mar
Penas y glorias guerras y paz
Siempre hay por quien vivir y a quien amar
Siempre hay por que vivir por que luchar
Al final las obras quedan las gentes se van
Otros que vienen las continuaran la vida sigue igual
Pocos amigos que son de verdad
Cuanto te halagan si triunfando estas
Y si fracasas bien comprenderás
Los buenos quedan los demás se van
Siempre hay por quien vivir por quien amar
Siempre hay por que vivir por que luchar
Al final las obras quedan las gentes se van
Otras que vienen las continuaran
La vida sigue igual