Sentir que la confianza se rompe es una herida muy grande. Es por ello, que actualmente parece un lujo brindarla. Es cierto, hay muchas formas de romper la confianza: infidelidad, celos, mentiras, promesas que no se cumplen, préstamos que no se pagan, contratos que no se respetan, entre muchas otras. Pero no podemos olvidar que sin la confianza no es posible establecer relaciones humanas profundas y duraderas.
La confianza es una responsabilidad, tanto para quien la brinda como a quien se brinda. Es distinta de las expectativas puesto que confiar va más allá. Según la RAE, la confianza es una “esperanza firme que se tiene en algo o alguien”. Confiar es: “depositar en alguien, sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de él se tiene, la hacienda, el secreto o cualquier cosa.” Por ello es un acto ciego, porque aún sin conocer al otro y sin conocer los resultados, te atreves a depositar lo que consideras valioso e importante, desde cosas materiales y tangibles, hasta emociones muy profundas.
A veces no tenemos consciente que todos los días realizamos actos de confianza: salir y volver a casa, atreverte a tener una primera cita, contar ese secreto que apremia, ir por primera vez a terapia aún sin conocer al terapeuta, leer un libro sólo porque te atrajo algo, ver una película que llama tu atención sin saber más… Confiamos sin tener claro el resultado, lo vivimos como una experiencia de la que podemos aprender, disfrutar, salir bien librados o tener que curar los raspones. En menor o mayor medida, la confianza debe estar presente en toda la vida. Empezando por uno mismo.
¿Confías en lo que sientes y en lo que eres?, ¿confías en tus decisiones y tus capacidades?. Porque muchas veces a falta de la confianza personal, se busca sustituir con alicientes externos, dando una responsabilidad a otros que no siempre van a saber cómo manejar, volviéndonos esclavos de los demás, sin poder soltar las correas que hemos creado.
Desde pequeños confiamos. A veces experimentamos, intentamos y nos atrevemos a descubrir lo nuevo. Otras veces, cuando hay miedo, se piden demasiados requisitos y seguridades constantes para dar un solo paso y ni así poder darlo. No es vivir de una sola forma, eso es un idilio casi inmaduro, más bien se requiere encontrar un equilibrio a la medida de cada situación. El punto sería comenzar a escuchar lo que sentimos, y hacernos responsables de ello y tener claro que al confiar en el otro, también confío en que puedo continuar tanto si se queda como si se va, porque disfruto lo que tengo ahora, lo que soy, lo que decido y puedo aprender de lo que venga.
Actualmente se busca tener seguridades y se tienen menos herramientas para saber confiar o saber manejar las heridas que a lo largo del camino se han ido creando. Lo que es cierto es que cada vez se busca confiar menos, como forma de respuesta a lo que no resultó, aumentando un miedo que no permite vivir plenamente y que engancha al pasado.
Es inevitable sentir dolor o rabia después de haber perdido la confianza en algo o alguien, incluso se vuelve necesario vivir un duelo. Lo que no se vuelve digno, es vivir con la bandera de víctima y permanecer eternamente herido, justificando tus acciones y tu imposibilidad de movimiento, cerrando el corazón y cuidándote paranoicamente de cualquier posibilidad a salir lastimado, porque esa es la mejor manera de hacer tus peores pesadillas realidad o quedarte sólo y aislado.
Podrías comenzar por cuestionar: ¿qué te lleva a encontrarte con esas personas que mienten o defraudan?, ¿qué te lleva a defraudar constantemente a los demás?, ¿en realidad es a los demás o a ti mismo?. Ten presente que los demás son un espejo de lo que necesitas ver y muchas veces ignoras, y terminas por esperar que los otros cambien y eso pocas veces ocurre, porque los otros sólo gritan lo que te hace falta ver y trabajar a ti.
Confiar es un ejercicio constante, un hacerte caso a lo que percibes, un sentir y vivir, un pensar y actuar, un atreverte. Dejar de confiar en todos por la herida que causó uno, es una mutilación.
Ten en cuenta que no siempre se sabe cómo manejar aquello que duele, y tienes el derecho a sentir, más no a estancarte y justificarte con tus desdichas. Siempre hay opciones para salir de donde estás y poder construir nuevas formas y perspectivas en la vida. Puedes empezar por sacar una consulta individual o de pareja.
Luis Miguel Tapia Bernal
Terapeuta en Constelaciones Familiares. Máster en Terapia Breve Estratégica. Autor de "Las intermitencias del amor".
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