Poder hablar, no es saber comunicar, puesto que es un arte que hay que aprender a crear y manejar en las distintas áreas de vida. Últimamente se cree que una buena comunicación es decirlo todo, cuando lo más importante es saber qué decir, cómo decirlo, pero también qué callar y cuándo hacerlo, teniendo presente que empieza desde uno mismo, y desde ahí no siempre es tan clara, directa y honesta.
Podría empezar preguntando: ¿cómo aprendiste a comunicar?, ¿cómo lo hacían tus padres o tus abuelos?, ¿cómo lo hacían los hombres o las mujeres?, ¿qué era lo que te agradaba y lo que no?, ¿qué repites y contra qué te revelas?. A esto se suma lo que enseña el cine o la televisión, o lo que las experiencias de vida te van aportando, por lo que cada quien tiene sus propias formas, aunque no se tengan conscientes, y a la hora de querer aplicarlo con la pareja, comienzan los errores, porque se cree, gracias a las altas expectativas casi infantiles, que el amor significa lo mismo para todos, y no es así. Se pueden coincidir en metas y en objetivos o formas de ver ciertas cosas, pero no necesariamente se ve igual el camino.
Uno de los errores más recurrentes es que se cae en el eterno pliego petitorio que pide demasiado, o se da todo y se agobia, porque no hay claridad ni medida. Ten presente que lo que tu entiendes por fidelidad, por tiempo, compañía, detalles, cuidado, proyectos, no necesariamente son compartidos y es ahí donde se deben plantear claramente, sin buscar ganar o ceder en todo y perder, porque en la pareja no gana o pierde uno, ganan o pierden ambos, y son esos juegos de poder los que más lastiman, alejan y desgastan las relaciones.
Otro error común es exigir de manera ambigua: “hazme feliz”, “pasa más tiempo conmigo”, “ámame más”, “dame más”, pero en frases como estas no se sabe cuándo se cumple o incumple la expectativa o acuerdo, puesto que es difícil dejar claro lo que se quiere y lo que no, así como poder negociar o plantear alternativas. Esto se debe a que tu concepto de “más” o de “hacer”, no necesariamente lo entiende igual el otro, y menos si se da entre reclamos, regaños, chantaje o violencia. Frases que aportarían claridad serían: “quiero que vayamos al cine esta tarde porque me hace feliz”, o “quiero pasar el fin de semana juntos”, donde es algo que se puede concretar, que se sabe cuándo empieza y cuándo termina y cómo se satisface al otro y a uno mismo.
Es muy importante señalar que cuando se pide en generalidades puede deberse a un problema de comunicación, pero también a una herida abierta del pasado, en donde no exige un adulto sino un niño insatisfecho y lastimado, por ello la demanda se desborda, y no se puede satisfacer aunque se concrete, porque es un tema que la pareja no puede resolver, ya que esos temas sólo puedes resolverlos tú y hacerte responsables de ellos.
Reclamar no es una buena comunicación. Regañar no es una buena comunicación. Recuerda que estás con una pareja no con un hijo al que educar y al cual marcarle errores. Hablarlo todo no es una buena comunicación. Chantajear no es una buena comunicación. La buena comunicación acerca, resuelve, clarifica, aporta, empezando por saber expresar lo que deseas, y dejar que el otro haga su parte, respetando su forma de ser y permitiendo descubrir lo que es, encontrando un nuevo lenguaje, con códigos únicos, donde ambos se sientan cómodos y en confianza. Una buena comunicación es indispensable, para poder ser y dejar ser, fomentado el respeto mutuo, sin buscar amaestrar o controlar. La comunicación se puede aprender, practicar y pulir a tu forma, no como una cuestión obligatoria o como un modelo único.
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Luis Miguel Tapia Bernal
Terapeuta en Constelaciones Familiares. Máster en Terapia Breve Estratégica. Autor de "Las intermitencias del amor".
Hola Luis, me gusta mucho lo que mencionas. Solo me gustaría agregar más que nada por experiencia propia, creo que la comunicación es una de las características principales para poder conocer mejor a la otra persona pero también a sí mismo. Es muy cierto que esta es desarrollada desde la misma familia, y en algunas ocasiones la manera de comunicación denota la forma de ser de la persona, pero no solamente por la forma en que suelen decirse las cosas, sino también la forma en como se interpretan. Con alguien me paso que, muchas veces yo le hacía comentarios a, y yo lo hacía muchas veces como forma de confirmación, muchas veces inclusive como forma de alago sin ninguna intención de ofender ni molestar, ya que realmente nunca sentí un motivo de reclamo, por el contrario esta persona lo entendía siempre de la peor forma, como si siempre fueran reclamos, insultos o agresiones, y más de una ocasión intentaba dejar claro estas cuestiones pero me resultaba algunas veces inútil, como si le hablara a una roca. Por obvias razones y otros factores la relación que teníamos terminó muy mal, y es que es muy difícil poder entablar una buena comunicación muchas veces no tanto por el emisor, si no cuando el receptor NO quiere escuchar o interpreta la información de acuerdo a «su realidad».
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