La necesidad de curar el corazón de viejas y dolorosas experiencias parece epidemia. Cada vez es más común leer en redes sociales, o escuchar historias de personas que buscan desesperadamente el amor y con ello dejar atrás las historias que aún les duelen, pareciera que la mejor forma de demostrar que el pasado quedó atrás, es comenzando una nueva relación, a la que muchas veces se llega con el corazón roto.
Cuando se termina una relación, existe un dolor profundo, y normalmente quedan muchas cosas pendientes: tristeza, rabia, culpas y frustraciones por lo que se dijo y lo que se guardó en el silencio más profundo, por lo que se hizo y lo que se omitió, por las promesas que no se cumplieron, por lo que se permitió aun pasando sobre uno mismo, por creer que se puedo hacer más…
Ante el final, se intentan algunas “soluciones”: por un lado se busca dejar atrás el dolor lo más rápido posible, buscando formas para llenar el vacío o cerrando y endureciendo el corazón creando armaduras; en otro sentido, se hunden en el dolor, llorando y hablando del tema durante años, en cualquier rincón y a la menor provocación, siendo las perfectas víctimas de su propia historia. En muy pocos casos se sabe vivir un duelo, en donde se destile el dolor con todos sus matices.
En toda relación humana existen dinámicas propias, muy particulares, acuerdos tácitos o implícitos, rutinas y más, que están en un equilibrio, incluso si duelen o lastiman, porque se tienen beneficios reales o aparentes. Normalmente esto se ignora o se pasa por alto y se vive culpando al otro de lo que nos produce, como si no se pudiera tener control sobre lo que sentimos, quedando como niños a la deriva, a los que alguien debe guiar porque sabe más acerca de lo que necesita.
Y así se llega a la nueva relación, con un corazón como si fuera una casa en reconstrucción, con algunos rincones destruidos, con algunas habitaciones ahora vacías, con otras llenas de recuerdos tirados que se deben limpiar y acomodar. Como toda reconstrucción, se necesita trabajo y tiempo, no como se cree comúnmente que el tiempo por sí solo cura todo, el tiempo no cura nada si uno mismo no hace algo con ese tiempo, sería como quedarse sentados ante una casa destruida y creer que el tiempo la reparará en vez de poner manos a la obra.
¿Cómo esperar que alguien más sane o acomode nuestro corazón? Sería como esperar que alguien hiciera tu casa sin consultarte. Nadie puede hacerlo por ti, se podrá recibir alguna ayuda, pero tu corazón es tu responsabilidad. Incluso un terapeuta acompaña ese proceso, da pautas para que esa limpieza y reconstrucción sea más profunda y eficaz, permitiendo tener nuevas perspectivas y formas de actuar, pero es el paciente quien actúa y vive.
Esperar que una nueva relación sane lo que con otra persona se vivió, no solo es acortar el aprendizaje y delegar la propia responsabilidad, sino que es vivir esperando el doble de lo que el otro puede hacer, puesto que comparte lo que es, lo que tiene, lo que puede y aparte debe resarcir el daño que no creó, volviéndose una dinámica desgastante y hasta injusta. Se nos olvida que nadie puede curar heridas que no provocó, así como nadie puede sanar lo que no tiene claro.
Cada relación llega en un contexto determinado, ¿cómo pensabas antes de conocer a esa persona? ¿quién eras? ¿cómo fueron ensamblando y creando la relación? ¿qué te ha dejado? ¿quién eres después de esa relación? Sería importante plantearse estas preguntas, para ir ubicando desde dónde se está y empezando por asumir lo que corresponde a cada uno. Hay que tener presente que siempre puedes decidir, que tu elegiste a esa persona, así como permanecer en la relación, y que de tu historia, sus heridas y sus aciertos, sus luces y sus sombras, solo puedes encargarte tu.
Las Constelaciones Familiares permiten revisar esos patrones que generar relaciones destructivas, así como cerrar esos ciclos inconclusos que
pueden arrastrarse y padecerse, limitando la vida y las nuevas formas de relacionarse.
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Luis Miguel Tapia Bernal
Terapeuta en Constelaciones Familiares. Máster en Terapia Breve Estratégica. Autor de "Las intermitencias del amor".