Llevo años estudiando el tema del amor. Es un tema que me apasiona porque revela dinámicas muy profundas, además de su importancia: ¿quién puede ser indiferente a este tema?
Considero que el amor de pareja, es una radiografía de la sociedad y la familia que lo contiene, por ello, al analizarlo, podemos revisar muchos procesos que están aparentemente ocultos.
Por ejemplo: ¿Qué nos han dicho en nuestra familia del amor?, ¿qué hemos observado?, ¿qué no se ha dicho? La sociedad y los medios de comunicación en este tiempo, ¿qué nos dicen acerca del amor?, ¿qué experiencias hemos vivido con parejas anteriores o actuales?, ¿qué entendemos por ser hombre, mujer, hetero, bi, gay, desde nuestra familia y nuestro contexto social? Todo esto y más, se pone en juego en una relación de pareja.
Por ello es que creemos que el amor es “complicado”, cuando en realidad es que en él se encuentran muchas situaciones, aunadas a una falta de conciencia y, por supuesto, la falta de un trabajo personal. Creemos que amor es lo mismo para todas las personas, y no es así. Cada persona, cada familia, cada sociedad, tiene su propio significado, su propio contexto, su propia visión, que puede o no, ser compatible con la nuestra. Una buena tarea sería comenzar por plantear y cuestionar: ¿qué es para mí el amor?, ¿qué significa ser o estar en pareja?.
Muchas veces no se sabe ni qué se busca, o se tienen conceptos demasiado ambiguos como cuando se dice: “qué me haga feliz”, “que sea buena onda”, “que me trate bien”. ¿Qué es eso? Es completamente diferente decir: “ir al cine con mi pareja me hace feliz”, “me gusta que me escriba cartas” o “me encanta que me abrace”, porque son frases con acción, frases que se pueden concretar, que no son ambiguas, porque la ambigüedad deja todo tan suelto que gracias a esto, una relación puede acabar antes de empezar.
Hagamos un ejercicio: ¿qué te ocurre al leer “hazme feliz” y qué te ocurre al leer “vamos al cine, eso me hace feliz”? ¿Cuál pesó más?, ¿cuál es posible cumplir? Porque quien siente que no puede cumplir las expectativas de la otra persona, se va.
Así se produce un encuentro, conoces a alguien que te emociona, en cualquier lugar; atrás de ti y atrás de esa persona, está toda su historia familiar, incluso desde antes de que naciera, en esa historia familiar ya hay conceptos, ideas, exclusiones que se van compartiendo, heredando. También hay una serie de vivencias propias, parejas, exparejas con “buenas” o “malas” experiencias, cerradas o no. En este punto ¿realmente nos miramos? o ¿miramos lo que falta, lo que anhelamos, lo que imaginamos, deseamos? ¿Cuántas veces seguimos creyendo que un buen amor lo cura todo? ¡Todo! Hasta lo que no le corresponde.
Estamos mirando para todos lados menos a la pareja, amamos a ojos cerrados. ¿Cuántas heridas faltan por cicatrizar? ¿Cuántas heridas ahora son fuente de fortaleza? ¿Cuántas cosas sí tenemos y no vemos?
Es cierto, las relaciones de pareja son de dos, pero comienzan por cada quien y por replantearnos la propia historia. Además, de ser una construcción diaria, inacabada, en movimiento, son una búsqueda constante de equilibrio entre dar y recibir.
Por ello un punto importante sería asistir a terapia, como una estrategia más, para aprender a mirar, reconocer y crear nuevas formas de ser y estar en pareja, para poder mirarse realmente, para reconciliar la propia historia. Para construir algo que sume y no que reste, que aumente lo que nos hace felices y no sea un padecimiento sin sentido.
Amar con los ojos abiertos y mirando con claridad.
Luis Miguel Tapia Bernal
Terapeuta en Constelaciones Familiares. Máster en Terapia Breve Estratégica. Autor de "Las intermitencias del amor".
Pingback:» FINGIR PARA ENCONTRAR PAREJA